miércoles, 15 de junio de 2011

Una lección de historia económico-política

Mi amigo, Pedro Abelló, me envía esta sintética, pero densa y profunda, lección. Deseo compartirla con vosotros y, si lo deseáis, podemos abrir un foro de intercambo de opiniones al respecto:



LA CRISIS DEL ESTADO LIBERAL
El capitalismo, consecuencia directa del liberalismo, condujo al imperialismo; era preciso conquistar mercados y asegurar el suministro de materias primas, garantizando los precios, todo ello bajo el supuesto de la licitud del empleo de la fuerza para lograrlo. Los grandes imperios ultramarinos se constituyeron en el siglo XIX. La segunda revolución industrial y sus secuelas revelaron que el Estado liberal era un instrumento insuficiente para resolver los graves problemas del desarrollo económico interior y de la competencia en los mercados internacionales. Conforme crecían los problemas, se incrementaban las atribuciones y facultades del Estado. Término de llegada de este crecimiento será el Estado “total” del siglo XX, que funde autoridad y potestad. Sus decisiones se presentaron como inapelables, completas y universales, abarcando todos los aspectos de la existencia humana, aventando con ello los sueños del liberalismo. Se inició un crecimiento incesante de la porción de renta nacional que el Estado retira de las manos de sus propietarios mediante imposición “progresiva”. La primera Gran Guerra señaló el final de los Estados liberales.
Los partidos liberales cedieron el paso a conservadores, socialistas y nacionalistas, si bien aparecieron también los partidos radicales (ultra-liberales), que abogaban por una democracia orgánica y no individualista y por la elección directa de los representantes, restando poder a los partidos. Esta opción fue siempre minoritaria. Los conservadores daban primacía a la libertad y escasa importancia a la igualdad, consideraban que las relaciones entre el hombre y su patria generan deberes antes que derechos, que el espíritu de empresa alza a la persona por encima de la colectividad y que el Estado debe reconocer derecho preferente a las sociedades intermedias que constituyen verdaderamente la nación. El programa exactamente inverso es el de los partidos socialistas.
Jacobo Burckhardt anunció que socialismo y estatismo se unirían para acabar con la libertad, estableciendo la igualdad entre los súbditos sometidos, y que entonces los hombres-masa buscarían la salvación en conductores (Führers).
En el tránsito de los siglos XIX al XX, los Estados europeos fueron abandonando los esquemas teóricos del liberalismo, aunque no lo reconocían así, y presentaban sus intervenciones como si fueran en defensa de la libertad. Los partidos liberales pasaban a ser una memoria del tiempo pasado. Tampoco se estaban cumpliendo los pronósticos de Marx acerca de la inevitable proletarización de los países industriales. Crecía la xenofobia hacia determinados sectores de población. La medicina impulsó el crecimiento de la población de edad avanzada, al tiempo que se registraba una fuerte inestabilidad familiar. El ejercicio de la política se convertía en un proceso de enriquecimiento.
Las empresas necesitaban fabricar productos cada vez más abundantes y baratos para mantener la presión de la oferta, y al mismo tiempo les resultaba imprescindible que la demanda no disminuyese. Pero así ¿hasta cuándo? El consumo tiene un límite que coincide con la saturación del mercado. Las potencias europeas intensificaron su política agresiva de adquisición de materias primas y dominio de nuevos mercados, y esto condujo a la guerra. Los poderosos trataban de eliminar a los competidores para salvaguardar la propia producción. Gran Bretaña defendía la libertad de comercio, es decir, que nadie pudiera poner veto a sus ventas. Los países más débiles trataban de proteger sus productos mediante aranceles a las importaciones. Los movimientos obreros reclamaban la modificación de la forma de Estado.
El paso a la democracia.-
Tras la guerra de 1914 llegará a admitirse que es forma legítima para el establecimiento de la libertad política; después de 1945 se la reconocerá como única y de valor universal. Se consideraba que la sociedad no es otra cosa que la suma de individuos, cada uno de los cuales posee un voto. La soberanía popular descansaba sobre el conjunto de los ciudadanos, la mayor parte de los cuales tenía escaso nivel de cultura. Era imposible que pudiera ejercer directamente esa soberanía. No había otra solución que recurrir a una clase política profesional, organizada en partidos, que se convertían en propietarios del voto. Se consolidaba así una nueva oligarquía de dirigentes de los partidos, que hacían de la política una profesión lucrativa. En el sufragio influían más los sentimientos que la racionalidad.
El hombre-masa se niega a reconocer su propia ignorancia y cree hallarse en condiciones de opinar o discutir sobre cualquier cuestión (Ortega). Para la inmensa mayoría, la prensa era el único instrumento de información. La publicación de una noticia parecía garantizar su veracidad. En la práctica, los lectores se estaban convirtiendo en pasivos instrumentos de una “opinión pública” manipulada por el “cuarto poder”, controlado por grupos económicamente poderosos. La libertad de prensa se había convertido en instrumento de los partidos que controlaban el Estado.
Se acentuó el desequilibrio entre el progreso material y el espiritual, deteriorándose los valores éticos que son esenciales para el progreso de la persona. El optimismo que acompañó el desarrollo del positivismo comenzó a verse atenuado por una profunda inquietud con relación al porvenir. Los nuevos descubrimientos científicos ponían en crisis los “dogmas” comúnmente aceptados. Se buscaba la fuerza en las doctrinas del vitalismo (la voluntad de poder de Nietzsche) y del existencialismo, que se ponían ahora al servicio de los Estados. La confianza en los gobernantes comenzó a disminuir; el nacionalismo iniciaba su marcha hacia la disgregación, reclamando las comunidades más reducidas ser reconocidas como naciones; la economía no seguía la marcha ascendente que de ella se esperaba. Todos estos factores conducían a la liquidación de Europa en el gran conflicto de las Guerras Mundiales.
Alemania comenzó a abandonar el sistema de equilibrio, considerándose perjudicada en el reparto de los espacios coloniales. Tras las matanzas de cristianos armenios llevadas a cabo por los turcos, Inglaterra propuso liquidar el Imperio turco y repartir sus territorios, pero Alemania ofreció su ayuda al Sultán. Inglaterra anunció que botaría dos barcos de guerra por cada uno que botase Alemania. La carrera de armamentos se insertó en la estructura económica de los grandes países.
Al mismo tiempo, sin embargo, los movimientos católicos, apoyados en la calidad de los Papas, cobraron dimensiones intelectuales muy superiores a las de las generaciones anteriores. Los científicos católicos contaban con los apoyos clarificadores que habían faltado al positivismo y al marxismo al rechazar la dimensión espiritual y el libre albedrío. Los avances científicos abrían paso a un Universo finito y no autosuficiente (ley de la entropía), que obligaba a pensar en una Causa primera. Einstein explicaba que “Dios no juega a los dados” y que en Él reside la Causa y Origen del Universo.

Pedro Abelló Castro

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